
Ayer ligué con un tío que hacía que el autor del Kama Sutra pareciera un estrecho de miras. Nunca he hecho tanta gimnasia seguida. Si hay 6 posturas básicas para poder echar un polvo, este hombre sabía esas 6 y 600 más. Fué el típico ligue en el Metro, o a la salida de Nuevos Ministerios más concretamente. Os lo contaré también, para que no os quejéis tampoco.
En una estación, entre la gente, entró un tio. Se sentó frente a mi. Está visto que últimamente les voy a los ejecutivos cuarentones. Tenía unos 42 años aproximadamente. Será por la pinta de pijo que tengo, digo yo. Para variar, era alto además, medía 1'85 más o menos, agradable de cara, vestía un traje impecable, camisa blanca de puño vuelto, una corbata típica de Hermés, zapatos Lotusse (lo sé porque tengo unos idénticos), un cinturón de Hermés precioso, que llevo yo detrás de él años, lo malo es que cuesta entre 600 y 800 Euros, y una cartera de Loewe. Total nada. Era atractivo. Yo le miraba, y noté que él me miraba también. Los intercambios de miradas no eran en absoluto violentos. Yo empecé a olerme la tostada, y la deseaba además, él no sé, parecía que sí también. Al salir, me dirigí a la salida del Corte Inglés, donde yo iba, y él me sigúió. Ya en la calle, nada más salir, me pidió fuego (lo típìco), se lo di, me ofreció un cigarrillo, acepté, y empezó a hablar. La tostada estaba quemándose ya. Me preguntó donde iba y yo le repliqué con lo mismo. El iba a Hábitat, una tienda de decoración que hay muy cerca. Entonces me propuso acompañarme al Corte Inglés, luego ir a Hábitat, y a continuación a tomar algo en una cafetería que parece un tubo que hay entre medias de los dos sitios. La tostada ya estaba hecha. Le dije que sí. Compré una cadena de cuero beige para una cruz que tengo de marfil y oro. Esa cadena sólo la venden allí que yo sepa. Luego le acompañé a Hábitat. Miró varias cosas, pero no le convenció nada. Iba buscando un sofá, y ahí, cómo que no. Podía haber entrado al Corte Inglés, digo yo, allí seguramente lo hubiera encontrado, pero no entró, y yo no le pregunté el por qué. Nos dirigimos a la cafetería, pedimos algo para beber, y me llamó la atención su reloj. Un Corum precioso, impresionante. Le pregunté si era eso, un Corum, y me dijo que sí, se lo alabé, era digno de alabanza. Me dió las gracias. Era un tipo muy educado y amable además. Bueno, la tostada ya estaba hecha y el feeling que tenía que haber, ya estaba visto en la cafetería, que para eso fuimos, que ninguno de los dos éramos tontos. Entonces él me invitó a una segunda copa en su casa, cosa que no me sorprendió, me la esperaba. Vivía en Orense, al lado. Yo acepté cómo era de esperar. Estaba deseando quitarle esa corbata y esa camisa y descubrir que había debajo. Y así fué. Llegamos, tomé un zumo y él una Coca-Cola, sentados en un sofá. Tenía una casa preciosa, minimalista, con muebles muy buenos y la famosa tumbona de Le Courbusier, que es preciosa, pero incómoda para estar mucho rato. Pero él no la quería para tumbarse a leer precisamente, cómo luego descubrí. Entonces se acercó a mi, y dándolo por hecho, me quitó el sweter que llevaba y me abrió la camisa. Yo mientras, le quité la corbata e hice lo propio con su camisa. Tenía un cuerpo bonito, ancho, fuerte. Empezaron los preliminares. Después de 40 besos y muchas caricias por todo el cuello, cara y torso de ambos, nos fuimos a su cuarto. El resto, para variar, lo dejo a vuestra imaginación, ya sabéis que no doy detalles, de hecho, creo que ya os he dado más que suficientes. Sólo os diré además que estuvimos más de 2 horas probando no, haciendo posturas, que ni en mis más eróticas fantasías había soñado. Sabía Latín el cabrón. Después vino la duchita de rigor, y me dejó un albornoz. El se puso otro. Nos fuimos al salón. Ya era hora de comer, yo estaba hambriento, y él también. Sorprendentemente me preguntó si me gustaba la pizza, pues no tenía ganas de cocinar. Le dije que sí. Llamó a Telepizza, y además pidió unos helados. Después de quedarnos hartos, tomamos un café y nos tumbamos en el sofá el uno contra el otro. Charlamos de esto y de aquello. Pasados unos 3/4 de hora se levantó, se acercó, me preguntó si me encontraba bien, le contesté que fenomenal, y me tumbó en la famosa tumbona de Le Courbusier. Allí hizo que una tumbona pareciese de todo menos una tumbona. Otra vez al lío. Me empezó a enseñar otra vez, y estuvimos así cómo una hora y media. Me gustaba cómo lo hacía, lento, con suavidad, y segun iba subiendo la temperatura, más salvaje se ponía la cosa. En fin, otra vez a vuestra imaginación lo dejo, que ya me estoy pasando.
Y bueno, no sé que contaros más que el decoro y la educación me dejen. Sólo fué una aventura de un día, ni teléfonos ni nada. Yo, tal y cómo fué la cosa, por mi experiencia, ya me lo olía así, y no le pedí nada, porque para que. El hizo lo mismo. Lo mejor de todo, es que aprendí mucho, pasé unas horas de sexo fenomenal, y él también supongo, si no, no me hubiera dejado el albornoz, nos hubiéramos vestido y adiós. También pasamos el resto de las horas muy agradables, era un tio culto, se podía hablar de todo. Una experiencia en toda regla, y un buen día en definitiva.
Bueno, pues lo dicho, me encantaría contaros más, pero no puedo ni debo. Lo siento si os dejo un poco o un mucho decepcionados, de verdad.
Mil besos para todos, de vuestro amigo, Jack.
4 comentarios:
Típico ligue en el Metro con tintes de morbo auténtico. Me alegro por ti. Una pena que no nos puedas contar más. Un beso de tu amigo, Max.
Ya está el tonto (va con cariño ¿eh?) de Max diciendo lo que pensamos ¿o no? Pues nada. Ya está todo el pescado vendido. Mil besos, javier.
Me apunto a todo y a lo de "tonto", je je je ... Más besos, Alvaro.
Pues yo no. Max es una buena persona. Envidiosos, que sois unos envidiosos. Me alegro por ti, y te comprendo también, Jack. Un besazo, Brian.
Publicar un comentario